El cuerpo y la piel se unen, se fusionan, crean un paisaje.
Un paisaje lleno de interpretaciones.
La sangre fluye por cada rincón de mi cuerpo, las huellas de
la vida van reflotando con el tiempo.
Mi cuerpo habla, se expresa, da señales, se comunica con actitudes, con gestos, con sonidos y con silencios.
Cada mensaje fluye transformándose lentamente en dolorosa piel.